Contando hasta cien

por / sábado, 31 agosto 2002 / Publicado en5 días

No hay ninguna duda. Nadie la tiene. Ni la ciudadanía ni la autoridad. Pero la ilegalización de Batasuna ha traído a colación una cuestión relacionada con Internet que se trata con ligereza desde muchos ámbitos. La primera ligereza se observa en los titulares que han inundado los medios, considerando a la justicia española incapaz de cerrar una web en servidor extranjero. No es que la justicia española sea incapaz, es que no hay poder jurídico que pueda hacerlo mientras haya países que no comparten nuestro sistema democrático, e incluso algunos que parecen compartirlo pero hacen oídos sordos a cuanto no beneficie a sus intereses, con los EE UU como modélico ejemplo de saltarse convenciones internacionales, compromisos globales y todo tipo de acuerdos jurídicos, comerciales y políticos.

Tras la orden del juez Garzón decretando el cierre de la web de Batasuna (batasuna.org), ésta continuaba ayer actualizando sus contenidos, a pesar de haber transcurridos muchas horas desde la promulgación del auto. Pero esto no tiene ni una centésima de la importancia que se le está asignando. Aunque la autoridad que asigna los dominios (ICANN) le retirara el suyo a Batasuna, en Internet, como mínimo hacen falta entre 48 y 72 horas para que un dominio que apuntaba hacia el norte apunte hacia el sur. Y si algún proveedor de Internet (y hay muchos) no tiene configurados sus DNS para que refresquen la caché (la memoria) en plazos menores de una semana, el tiempo se dilata hasta la quincena. Además, al estar albergadas las páginas en EE UU, pedirle al servidor la clausura del sitio es legalmente complejo: la Audiencia Nacional tendría que dar curso a su solicitud a través de un juez estadounidense, que probablemente no sepa diferenciar en el mapa Barakaldo de Bogotá.

Algún importante técnico de renombrada reputación dijo públicamente algo que pone los pelos de punta. Apuntó que ‘la Policía podría pedir a los proveedores españoles de Internet que cortaran a sus usuarios el acceso a la página’ y parece que sus palabras tuvieron algún eco. Aun fue más allá asegurando que, aunque hay centenares de proveedores, en realidad son unos pocos los que controlan el mercado porque los cables son suyos (Telefónica, Retevisión…) y si estas compañías bloqueasen el acceso a la dirección www.batasuna.org, los usuarios españoles no podrían acceder a esas páginas. Matar moscas a cañonazos y abrir de paso la caja de los truenos. Algo muy poco recomendable en un mundo plural donde cualquiera que no viviera en España tendría acceso a esas páginas y montando un simple servidor de proximidad (proxy) en su PC se saltaría tan chapucera intervención. Incluso, el jueves a media mañana, alguien hizo ataques DOS a la máquina donde se alberga el web de Batasuna (161.58.228.92) y saturó el ancho de banda del servidor, pero sólo intermitentemente. Y convendría recordar que el fin nunca justifica los medios.

Aunque parezca haber pasado la época del desconocimiento estructural de Internet, a cada día que pasa se reafirma esa iniciática situación que creíamos dejada atrás. Ni tan siquiera los técnicos ponen un poco de sentido común en una sociedad que hace barbaridades como acusar a un parado (la CNMV) de manipular la cotización de una empresa (Puleva) por escribir en un foro algo que nunca antes jamás se hubiera tomado en serio ni por el más inocente del pueblo. Nadie duda. Pero con Internet hay pasos que convendría meditar antes de dar alegremente. Aunque sean en defensa propia.

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