Inseguridad cibernética

por / sábado, 18 enero 2003 / Publicado en5 días

Aún recuerdo con una sonrisa socarrona una situación por la que me hizo pasar un anónimo bromista suscribiéndome varias veces a la lista de correo del Unicaja de Málaga. No es que desprecie los avatares y preocupaciones de los aficionados malagueños a ese emocionante deporte que es el baloncesto, pero mi buzón ya estaba en aquel lejano entonces bastante lleno de mensajes de listas varias como para dedicar más tiempo y esfuerzo a borrar mensajes no deseados. El sistema de aquella lista no exigía confirmación del suscriptor, con lo que cualquiera podía suscribirte alegremente a la lista, dejarte sorprendido un par de días y obligarte a realizar el proceso contrario, para asombro del gestor de la lista que veía aparecer y desaparecer mi nombre ante la insistencia enfermiza de mi bromista amigo.

No es que pretenda llamar la atención sobre situaciones similares, porque casi nadie mantiene ya listas con este despiste de configuración. Se trata de una manía mía de sonreír ante cualquier contratiempo. O por lo menos, comenzar sonriendo. Justamente lo que no puede hacer Pete Townshed, el guitarrista de The Who, a quien ya se le ha juzgado y condenado por haber entrado en una página web donde se exhibían previo pago con tarjeta imágenes de pornografía infantil. Poco importa que no haya base legal alguna en su detención. Mucho menos que navegar no pueda ni deba ser delito. Y tampoco que se le haya usado vilmente para obtener publicidad que permita que Scotland Yard exija más dinero en los Presupuestos británicos con la disculpa de que hay una lista con 6.999 ingleses que como Pete Townshed, cuando navegaban por Internet, se encontraron con una web de pornografía infantil, la cual escrutaron por curiosidad hasta el punto de facilitar su Visa para llegar hasta el fondo del asunto.

Nos podemos creer la disculpa o no. Pero yo conozco a varios asesinos sadomasoquistas en potencia porque han tenido sueños auténticamente surrealistas y son magníficas personas que no han matado todavía ni a una mosca. Y salvo que el mundo de Minority Report cobre vida y nos encontremos a Tom Cruise hasta en el baño, no hay nada punible en imaginar o ver cosas, por escabrosas que sean, si uno es lo suficientemente adulto como para comprender la bondad o maldad de cada una.

Y esta perorata viene a cuento de que se nos está vigilando al margen de la ley. Pete Townshed estaba en una lista que incumplía toda legislación sobre bases de datos y lejos de ser un afectado se ha convertido en culpable de nadie sabe qué exactamente. Pero es que cualquier bromista y anónimo amigo, como el que me suscribía a mí a la lista del Unicaja, podría haber apuntado cualquier día el número de su tarjeta y algún detalle más necesario para el comercio electrónico, y haber penetrado después en esa misma web incluyéndole automáticamente a usted en la misma base de datos de donde han extraído el nombre de Townshed. El amigo estaría riéndose de la cara que se le pondría cuando llegara el extracto de la Visa, pero usted se estaría carcajeando sin duda en el interrogatorio de Scotland Yard.

Si además unimos a esto la inseguridad jurídica que supone al parecer de muchos la instalación por Telefónica de un proxy (servidor de proximidad) transparente que afecta a todo usuario que navegue por el World Wide Web (www.telefonicaonline.com/adsl/proxycache), la sonrisa se nos borrará definitivamente del rostro. Pero tiempo habrá para hablar de tan polémico suceso.

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