Nunca Máis que nunca

por / sábado, 25 enero 2003 / Publicado en5 días

Hay una manía histérica en estos tiempos de sociedad salvaje que difícilmente llegará a alcanzar el conocimiento. Es una manía consistente en negar cualquier acción con una reacción que pretende oponer marketing donde sólo hace falta trabajo y una mínima dosis de sinceridad. Pero nunca más que ahora ha faltado tanta sinceridad y sentido común y ha sobrado histeria, ceguera y exceso.

Las dos caras de esa moneda que son los tiempos que nos ha tocado vivir las está poniendo estos días la industria musical. Mientras el cantante británico Robbie Williams afirmaba en Cannes que descargarse música a través de la Red le parece algo ‘genial’ que él mismo practica, la Asociación de la Industria Discográfica estadounidense, RIAA, proponía exigir a las telefónicas y proveedores de Internet que paguen por el acceso que brindan a sus clientes a sitios desde donde pueden descargar música pirateada (diarioti.com/gate/n.php?id=511). Algo así como que, dado que aún siguen hasta los treinta y muchos en casa nuestros chicos, paguemos multas los padres como si se tratara de menores de edad.

Los más viejos ya nos decían que la locura no tiene cura. Y que, si la tiene, muy poco dura.

Microsoft presentaba esta semana Windows Media Data Session Toolkit, una herramienta que permitirá incorporar un área secundaria en los CD y DVD, con contenidos no protegidos y otra de contenidos primarios, bloqueados para transferir a otro soporte. Así se podrá determinar que los temas musicales no puedan ser copiados a otros CD o transmitidos vía Internet, pero también se impedirá la copia privada. Copia no sólo permitida legalmente, sino rubricada por decenas de sentencias.

Claro que a sentencias tranquilizadoras para los derechos de los consumidores se unen otras verdaderamente amenazantes, como la difundida por NewScientist.com: un juzgado ha obligado a Verizon a revelar la identidad de un cliente acusado por la RIAA de descargar música a través de la Red. La presidenta de Verizon, Sarah Deutsch, considera que la sentencia abre la puerta a que cualquiera que denuncie una infracción del copyright tenga acceso a los datos privados del suscriptor sin el proceso defensor proporcionado por las cortes. Y esto ya son palabras mayores.

Nadie se opone en este mundo digital a respetar los derechos de autor y la propiedad intelectual, pero, como todo el mundo sabe, las medidas que restringen en exceso y con afán proteccionista cualquier tipo de manipulación de un sonido, una imagen o una palabra, lejos de proteger derechos impiden innovaciones.

En EE UU ya saben lo que es no poder hacer un montaje casero con su hijo dando la mano a un personaje animado popular, por el simple hecho de que el fabricante de la cámara de vídeo digital impide la reproducción de materiales con copyright. Como si hacer un montaje casero fuera equiparable a multicopiar y distribuir una película para hacer dinero con tan pirata propósito.

En España, la reforma anunciada por el Gobierno tiene pinta de seguir los pasos de la famosa ley de la sociedad de la información (LSSI): cruzar la raya del sentido común para entrar en la senda de la irracionalidad. Esperemos que se imponga la racionalidad, porque entre dicha ley y la nueva reforma nuestras empresas y emprendedores pueden considerar trasladarse a Portugal, donde el coste y el tiempo de crear una empresa son menores que en nuestro reino. ¿Será de este mundo?

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